
¿Cuáles son los principios necesarios para lograr una sociedad justa? ¿Por qué las prácticas sociales contemporáneas en ocasiones facilitan y en otras ponen en peligro la prosperidad humana?
Estas fueron algunas de las cuestiones que se debatieron en una mesa redonda con reconocidos académicos que se celebró recientemente en el campus de Nueva York. El acto, que llevaba por nombre “The Political Economy of Thriving Societies” (“La economía política de las sociedades prósperas”), estuvo coorganizado por el Social Trends Institute, y coincidió con el lanzamiento de una nueva colección de ensayos titulada The Thriving Society: On The Social Conditions of Human Flourishing (The Witherspoon Institute, 2015).
El primero en intervenir fue Robert P. George, profesor McCormick de Jurisprudencia en la Universidad de Princeton, que estuvo acompañado por tres economistas: Harold James, profesor Claude and Lore Kelly de Estudios Europeos en la Universidad de Princeton; Jesús Fernández-Villaverde, profesor de Economía en Penn; y Michael Bordo, profesor de Economía en la Universidad Rutger; además de William English, Research Fellow en la Harvard Initiative for Learning and Teaching, que moderó la sesión.
“Creo que hay dos tipos de preguntas que deberíamos plantearnos”, arrancó Robert P. George. “La primera es: ¿cuál es la visión moral, la visión del mundo, o el punto de vista sobre la naturaleza humana, la dignidad y el destino que están implícitos en cualquier política o propuesta? Y la segunda, ¿qué es lo que esta política o propuesta concreta nos está diciendo sobre cómo están funcionando las cosas?”.
Los cinco pilares
Una sociedad que sea respetable y dinámica, argumenta el profesor George en el primer ensayo del libro, debe descansar sobre cinco pilares: respeto hacia las personas; la familia; unas leyes y unos gobiernos justos y eficaces; centros de investigación y educativos; e instituciones económicas. Los tres primeros son fundacionales y necesarios para una sociedad respetable, mientras que los dos últimos contribuyen al dinamismo de la misma.
Existe una tensión entre, por una parte, las políticas que podrían considerarse como un “deber moral” en nuestras vidas personales y, por otra parte, las necesidades económicas vitales relacionadas con la subsistencia, la riqueza y el poder, explicó George.
“¿Cómo podemos cumplir nuestras aspiraciones morales de tener una sociedad justa, pero mantener a la vez la necesidad de una estructura y un dinamismo económicos dentro de un marco moral que las pueda guiar?”, se preguntó George.
Y… ¿cuál es el papel del gobierno?
Harold James opinó que las leyes y los gobiernos deben ser lo más “generales” que sea posible, y en ningún caso discriminar o favorecer ciertos colectivos. Una labor ardua, reconoció, cuando estás confrontando a aquellos que defienden “una sociedad tradicional” (y son reticentes al cambio) con las exigencias que se plantean a los gobiernos.
Bordo y Fernández-Villaverde coincidieron en la importancia de las políticas sanitarias y educativas, dos de los “mayores debates públicos” que se han producido en Estados Unidos los últimos 10 años.
A medida que aumenta la esperanza de vida, indicó Villaverde, cada vez más personas mayores necesitarán atenciones. Por lo tanto, “que la sanidad funcione bien es fundamental, y necesitamos un sistema que pueda ofrecer estos servicios, pero que, a la vez, respete la dignidad humana. Deberíamos aspirar a ambos: eficiencia y justicia”.
Para “maximizar el potencial económico para todos”, Bordo expuso un marco para las políticas fiscales, monetarias y financieras, y defendió llevar a cabo algunas “reformas necesarias”. Entre estas están: unas pautas fiscales que mantengan estable el tamaño del gobierno y limiten los ciclos de fluctuación; una conexión transparente entre los gastos públicos y los ingresos fiscales necesarios para financiarlos; un banco central totalmente independiente; y por último, acabar con el concepto de “demasiado grande para quebrar”.
El profesor English fue el encargado de cerrar el debate, calificando los ensayos de “aportaciones fundamentales. Estudian asuntos sociales muy oportunos y relevantes de una forma que me parece excepcional por su alcance y su profundidad”, concluyó.
El IESE en Nueva York
El IESE en Nueva York se está consolidando, cada día más, como un hub para la comunidad académica empresarial global. El campus es también un centro para la investigación y la difusión de ideas innovadoras. (Ver vídeo)
Además de en la Gran Manzana, el IESE ofrece una amplia gama de programas para directivos impartidos conjuntamente con la Harvard Business School, UCLA y Wharton –entre otras instituciones– y que se realizan por todo Estados Unidos.