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Los siete pecados capitales del líder

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En los últimos años hemos presenciado todo tipo de ejemplos de malos comportamientos de directivos. Durante una reciente sesión de continuidad, el profesor del IESE Sandalio Gómez reflexionó sobre los pecados capitales del líder en una sesión de continuidad organizada por la Agrupación de Antiguos Alumnos. En su opinión, el líder perfecto no existe en ningún ámbito, ni siquiera en los negocios. En cualquier caso, es bueno que los directivos eviten las imperfecciones más comunes a las que se exponen en su actividad empresarial. "La imprudencia, la soberbia, la impaciencia y la debilidad, la falta de equilibrio y la sobriedad, la falta de valentía, la ambición desmedida y la incoherencia son los vicios capitales que todo líder debe eludir", sostuvo.

Gómez desgranó a fondo y analizó cada uno de estos defectos, que pueden ser contrarrestados mediante un comportamiento basado en una serie de virtudes. Así, todo directivo debe actuar con "prudencia, humildad, fortaleza, templanza, justicia, magnanimidad y coherencia", dijo el profesor.

Como el líder perfecto no existe, éste debe conocer bien sus limitaciones y rodearse de un grupo de colaboradores que le ayuden a sacar adelante su tarea, enfocada en prestar siempre servicio a los demás. "El líder ha nacido para servir, no para ser servido", recordó.


El directivo iluminado

Gómez se refirió a los directivos que no aceptan la realidad en la que viven, que no consideran los pros y contras de sus decisiones, que no aceptan el consejo de los demás ni miden bien sus fuerzas como iluminados. Son los rasgos que caracterizan al líder imprudente, que puede acarrear terribles consecuencias para cualquier empresa.

En cambio, el directivo prudente es cauto, previsor y sagaz, se asesora antes de tomar decisiones tras escuchar a sus ayudantes, y sabe aplicar los principios a las circunstancias concretas que se presentan en cada momento.

Otro defecto peligroso para la buena marcha de un negocio es el de la soberbia. Los jefes que sólo escuchan a los que les adulan y se rodean de mediocres suelen pecar de este defecto. "Son incapaces de ser sinceros, personas muy celosas que temen a que los demás les quiten el puesto", apuntó Sandalio Gómez. Los directivos soberbios se aíslan de la realidad y son solitarios, se creen superiores al resto y no delegan porque no confían en nadie más que en sí mismos. Por el contrario, todo aquel dirigente que actúa con humildad tiene buena parte del camino ganado. "La humildad potencia todas las virtudes del líder y es signo de fortaleza", señaló.

Los directivos humildes se dejan aconsejar, valoran, respetan y escuchan a los demás y ofrecen oportunidades de desarrollo a sus subordinados. Estas cualidades son, además, fundamentales para ejercer la tarea de dirección. Los ejecutivos humildes rectifican cuando se equivocan, saben que no hay competidores pequeños y están siempre dispuestos a pedir consejo.


Virtudes de siempre

En definitiva, el buen directivo es el que practica las virtudes en sus distintas funciones. Sandalio Gómez repasó tres de las más importantes:

  • Fortaleza. Aplicada a los directivos, permite transmitir serenidad en la empresa en los momentos más complicados sin minimizar los problemas. Los directivos fuertes mantienen el equilibrio, la confianza y la ecuanimidad ante situaciones complejas e inesperadas, y actúan con decisión. Su fortaleza les permite apoyar y ayudar a los demás, son leales y transparentes, y aceptan los errores propios y ajenos. Los directivos débiles pretenden conseguir las cosas importantes de golpe, con excesiva rapidez, renuncian pronto ante las dificultades y no valoran la constancia. "En los momentos difíciles, trasladan la tensión a toda la compañía y no van de frente ni hablan claro ni a tiempo porque son desleales", describió Gómez.
  • Templanza. Los directivos que actúan con temple se comportan de manera sencilla y cercana, suelen cuidar los pequeños detalles de la empresa, se acomodan a las posibilidades y medios de que disponen y huyen de la parafernalia del poder. En su tarea directiva son sensibles en el control del gasto y no sobredimensionan la empresa. Cuando los directivos carecen de esta virtud hacen un uso inadecuado de los bienes materiales y pueden acabar suponiendo una amenaza para el negocio.
  • Justicia, generosidad y coherencia. Los directivos justos (que ofrecen las mismas oportunidades a sus subordinados), magnánimos (que trazan objetivos ambiciosos pero realistas) y coherentes (aquellos que creen en lo que dicen y actúan en consecuencia) son bienvenidos en todo negocio.


Agrupación de Antiguos Alumnos


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